jueves, 23 de octubre de 2008

Preferiría no hacerlo, pero ni modo

Hoy leí "Bartleby, el escribiente". La historia todos la conocen; pero, como pasa en general con las buenas historias, uno cree que los rumores de su potencia prevalecen sobre el cansado ejercicio de leerlas. "Bartleby..." es patético, en el sentido de tierno. Uno no cree la bondad del pobre narrador. El tipo está destrozado, ¿qué hace uno con un zombie que acampa en la oficina, y que encima no mueve un dedo? ¿El asesinato es una forma de piedad, en casos así? ¿Qué se hace con algo que parece un hombre, pero que se dedica a usar el libre albedrío como justificación para no usar el libre albedrío?
Carajo, siempre con Melville me quedo destrozado. No puedo creer que alguien que escribe con tanta precisión, una prosa rayana en lo perfecto, haya tenido una vida tan pinche. Y uno dice, bueno, comparado con Melville, Kafka tuvo una vida feliz. De acuerdo, ambos parten de la desesperanza, de la desconfianza total en su talento, pero Kafka era un inadaptado, de alguna forma se merecía la indiferencia, siendo el mismo indiferente a los otros, viéndolos como la pura extrañeza encarnada. ¿Pero el bueno de Herman? ¿Él, que tuvo la altura moral para casarse en condiciones de absoluta desventaja, con la hija de un juez, siendo él, pobre marinero que nadie quería siquiera tomar de aprendiz? ¿Él, que asumió la responsabilidad de su numerosa familia, y aún contra todo seguía escribiendo? ¿Él, que en cada palabra no deja de dar muestras de un profundo amor por lo humano, sólo para dejarnos caer en lo terrible mismo de lo humano, y así revelarnos lo hijos de puta que somos? ¿Él, que tiene la altura moral y lo recursos literarios para escupirnos en la cara? ¿Qué carajo te pasa, dios? ¿Por qué no notas a Herman, tú siervo? ¿Dios? ¿Estás ahí?
¿Dios?

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