miércoles, 1 de junio de 2011

Penélope

Lo que está pendiente de escribirse, lo realmente fundamental, es lo que se posterga. Esa distancia es lo que permite escribir todo lo demás. Falso que escribir sea decir lo indecible: escribir es referir lo indecible, demarcándolo.

La escritura no salva al mundo: no derroca dictadores, no rompe fronteras, no sabe a pan. La escritura no puede ni siquiera cambiar la opinión que alguien tiene de sí misma (sí, te hablo a ti). La escritura que a mí me interesa da esto por sentado, la absoluta inutilidad de su función. Sólo entonces aparece: no a pesar de ser inútil, sino precisamente porque, liberada de toda utilidad, permite ver --si bien desde lejos-- lo que imagina la gente cuando imagina la palabra libertad.

¿A quién puede importarle lo que escribo?, me pregunto en mis momentos más débiles. No sé, me digo, la escritura es egoísta y generosa a la vez: se basta siendo.

 Me hace bien escribir: me recuerda lo frívolo que soy cuando digo la verdad. Por eso miento; escribo.

A veces miento sólo para ver si me descubren. Ansia pueril. A veces escribo para ver si me descubren. Escribir nunca es impune.

Escribir es sentarse a Penélope Cruz en las rodillas y encontrarla amarga e injuriarla. Just for the lulz.

Ofrezco historias falsas, en ocasiones, sólo porque las historias "reales", las que realmente ocurrieron, son demasiado simétricas; demasiado esperables; demasiado literarias. Escribir es desacomodar la realidad para hacerla creíble (Aristóteles reloaded).

Escribo para rodear lo que no puedo escribir. Escribo porque me dijeron que no podía escribir. Escribo porque escribir es sombra, y, porque para mi carácter temeroso, decir luz es decir desacato.

Escribir es imaginar lo que la escritura escribiría si escribiera.

Hacer poéticas como listas del súper; hacer listas del súper como cartas suicidas; hacer cartas suicidas como cartas de amor; hacer cartas de amor como ensayos académicos; hacer ensayos académicos como obras de teatro; hacer obras de teatro que consistan en un estornudo.

Escribir no me cura, no me salva. La escritura que me interesa comienza cuando se llega al punto en que no hay nada que ganar. Apostar para perder, aunque se gane. Ganar: seguir apostando hasta perderlo todo.

La escritura que me interesa me hace el mundo de día y me lo deshace de noche. La escritura que me interesa se llama Penélope.

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