jueves, 10 de noviembre de 2011

Mudarse: quedarse mudo

, Una mudanza nunca es precisamente lo más discreto, es decir, lo más callado: cajas y maletas por todas partes, la intimidad abierta a la verificación del otro, del que buenamente está, así sea como espectador, presenciando el espectáculo del movimiento; cambio de casa, cambio de vida.


, Mudarse es una forma discreta de quedarse, de permanecer muy callado en el centro de uno mismo. Una forma de neutralizar el ruido circundante, cambiar de espacio, de zona, de tendero, de hábitos. Acomodar todo de manera que todo permanezca igual.


, Recuerdo que la primera y única vez que vi a Tomás Segovia fue en la Casa Abierta al Tiempo, el centro cultural de la UAM, muy cerca de la Condesa. Lo vi, recuerdo, siendo entrevistado en la librería, respondiendo de manera afable pero con una voz ya muy callada, por decirlo así, muy cansada. Después de los elogios y presentaciones de rigor, simplemente dijo, con el tomo de su poesía completa en la mano, "¿qué quieren escuchar?"


, Mudarse: quedarse mudo, poner la residencia al interior del lenguaje y bajar las persianas. "Muda la admiración habla callando", que decía Góngora. El asombro no tiene palabra; en cambio, la palabra se asombra: se vuelve la opacidad de la cualidad fulgurante del asombro.


, Recuerdo que Segovia coordinó la lectura de ese día con las condiciones climáticas. Recuerdo un verso, "De este largo viaje hacia la lluvia", y recuerdo que llovía, efectivamente. 


, Creo ser alguien que en realidad recuerda muy pocas cosas. No sé si recuerdo, pero definitivamente no olvido uno de sus sonetos, señalado en la edición de la Fundación Inquietudes con el número XVI (bis), una variación sobre el XVI que a su vez difiere con la numeración incluída en Poesía. La mudanza dentro de la mudanza.


El breve trecho, pero sorprendente, 
que va desde la voz fresca y alada
de tu clara garganta a la callada
monocordia del coño hondo y ferviente
basta para que así me represente
lo que hay en ti de náyade o de hada
que en lo alto vuela y en lo limpio nada,
pero fundada tenebrosamente.
Imborrable es la grieta hacia el abismo,
de largo trazo recto y decidido,
que tu entrepierna valerosa alberga
y que hace que te conozca a un tiempo mismo
volátil e infantil con el oído
y mujer y temible con la verga. 


, Formas de leer a Segovia: Poética y profética después de meditar; sus ensayos sobre traducción, cuando queramos tomar la traducción en serio; Anagnórisis para llenarse el oído de ritmo; Personajes mirando una nube, rigurosamente en metro; Cantata a solas, en la adolescencia o de vacaciones; la Colección reservada de sonetos votivos, siempre que se pueda y de preferencia en compañía.


, La muerte no es una mudanza porque, hasta donde sabemos, nada nos llevamos. Hay objetos que podemos traer desde los sueños (aunque suponga un peligro inimaginable este traslado), pero nada puede traerse de la muerte. Orfeo fracasó precisamente en remontar el Hades junto a Eurídice. De repente la muerte se me presenta como una mudanza muy ligera.


, Iraí fue conmigo a ver a Segovia. Para no cansarlo, brevemente le pregunté por algunas erratas en los Sonetos votivos y comparé algunas referencias -en lo que mi memoria fue capaz- entre varias ediciones. Me explicó que la edición española que yo tengo está plagada de errores. Como recuerdo -es decir, como regalo para la memoria- me dejó una bellísima dedicatoria, a cuenta solamente de la paciencia que tuvo para escuchar mis devaneos: "A Javier. Que me enseña mis propios poemas, Tomás."


, Una mudanza donde nada se muda -es decir, donde nada cambia de lugar- no es un cambio de residencia sino una huída. ¿Pero de qué huye la luna? Recordar: "O Fortuna/ velut luna/ status variabilis". ¿Será que la luna huye de sí misma, cambia, pero permanece igual? ¿Y si mudarse es una forma variable de la presencia, la mudanza como el estado de trayecto perpetuo de uno mismo hacia sí mismo? Y me asombro -es decir, me vuelvo un poco sombra tras el lenguaje- de que esta misma cuestión tan fatigada por todas las mitologías me siga pareciendo maravillosa. 


, Mi única casa -no sé si abierta al tiempo, espero que sí- es el asombro. Estos últimos meses han sido raros y fatídicos, definitivos y gozosos, pero siento que he perdido un poco esa capacidad de ver todo siempre nuevo, como recién creado, creándose. Con todo no me repongo aún de ciertas cosas que me han ocurrido en la vida: la primera, el mar; la segunda y acaso la más definitiva de todas, el lenguaje. La tercera, naturalmente, tú.


, Para leer esto, hay que ensombrecer el texto. Es decir, asombrarlo: poner atención.

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